En estos 23 años se ha avanzado sin duda en el reconocimiento de los derechos de las personas LGTB. Mucho en algunos países, menos en otros.
Esta misma semana Brasil se convertía, tras Argentina y Paraguay, en el tercer país latinoamericano y 15 del mundo en aprobar el matrimonio igualitario, en una tendencia que parece imparable.
Pero mientras yo estoy contenta porque he podido casarme con mi mujer y ponerle mis apellidos a mi hijo, ser homosexual todavía es delito en más de 80 países del mundo. En ellos, ser abiertamente gay, lesbiana, transexual o bisexual es poner en riesgo tu vida. Y aún así mucha gente decide asumir ese riesgo.
Es el caso de David Kato. En el 2010 el periódico ugandés Rolling Stone (nada que ver con la revista musical del mismo nombre) publicó las fotografías y los nombres de 100 personas homosexuales con un llamamiento: "¡Colgadles, van a por nuestros hijos!".
A David no le colgaron, entraron en su casa y le destrozaron la cabeza con un martillo. David había sido un destacado activista por los derechos LGTB, y había denunciado ante el mundo entero la conocida como Ley Matagays que se estaba discutiendo en el parlamento ugandés. Una ley que contempla aberraciones como la cadena perpetua y hasta la pena de muerte para las personas homosexuales y penas para aquellas personas que conociendo una persona homosexual no lo denuncien.
El revuelo internacional que causó la muerte de Kato paralizó la ley, pero este año volverá a discutirse. Y ahora son otras las personas que, jugándose la vida, luchan por frenar su aprobación.
Son Su historia podéis conocerla en el documental Caza al Homosexual, de los periodistas Jon Sistiaga y Hernán Zin. Vale la pena verlo.
Jon y Hernán volvieron de Uganda tan inspirados con la valentía de los activistas que quisieron hacer algo para apoyarles, y han conseguido que más de 200,000 personas le pidan al Gobierno español que interceda junto a la Unión Europea para evitar la aprobación de esa brutal ley.
Aquí también quedan muchas cosas por las que luchar.
Para empezar, la Organización Mundial de la Salud sigue considerando la transexualidad como una enfermedad mental.
A pesar de que muchísimos países e incluso el Parlemanto Europeo le han pedido que la elimine. A pesar de que personas transexuales de varios países, entre ellas Carla Antonelli, han iniciado la campaña Yo no estoy enfermo, para que en la revisión de la lista de enfermedades que actualmente la OMS está llevando a cabo elimine de una vez por todas las transexualidad de esta lista, como ya hizo la Asociación Americana de Psiquiatría el pasado diciembre.
Y hay mucho más. La Agencia de Derechos Humanos de la Unión Europea presentaba hoy mismo la encuesta más exhaustiva hasta el momento sobre la discriminación a personas LGTB en la UE, realizada a 93,000 personas.
Los resultados son reveladores: el 60% de las personas encuestadas se han visto acosadas o insultadas en su escuela. Una cuarta parte han sufrido violencia o amenazas de violencia. El 66% tienen miedo a ir de la mano de su pareja en público, y en el caso de los hombres gays o bisexuales ese porcentaje sube hasta el 75%. Podéis ver aquí todos los datos.
Lo dicho: queda mucho por hacer. Hagámoslo. (El Diario.es)
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