martes, 26 de abril de 2011

El 'ochomil' de dos mujeres transexuales

Un ochomil es una elevación del terreno por encima de los 8.000 m sobre el nivel del mar. El término ochomil se ha extendido y consolidado en la terminología alpinística para designar las catorce montañas independientes que sobrepasan esa altura.

Sonia Bañeza llega a la cita con el álbum de fotografías bajo el brazo. Han pasado casi cinco meses desde que esta irunesa de 42 años decidiera dar el paso en EL PAÍS y hacer público el camino emprendido para ser mujer y dejar atrás su pasado como Carlos Bañeza.

A diferencia de entonces, sus facciones son más suaves y femeninas, unos rasgos que está logrando tras someterse en estos últimos meses a una cirugía facial que le acercan un poco más a la imagen de mujer que quiere proyectar. Su lenta pero decidida metamorfosis le va alejando de ese chico que aparece en las fotografías escalando paredes de hielo en Pirineos.

Viene acompañada de su mentora y amiga, una transexual que va un paso por delante de ella y que le ha ayudado a afrontar los problemas que implica en el ámbito social y familiar romper con los moldes convencionales. También se llama Sonia, de apellido Bustillo. Las dos son empresarias y tienen familia. Bañeza dos hijas menores de cinco años y Bustillo un hijo de 21. "Cuando decides dar el paso siempre buscas algún punto de referencia de alguien que te sirva como guía", explica Bustillo.

La transexualidad, vista como la disociación entre la realidad biológica del cuerpo y una identidad sexual que va en dirección contraria, genera polémica. Por eso, estas dos mujeres luchan para que la situación de las personas transexuales se haga visible. Quieren romper con la imagen que rodea a la transexualidad con la prostitución. "Es difícil hacer entender a la gente lo que nos pasa, por eso hay tanto sufrimiento. Imagina lo que es cuando te miras al espejo y lo que ves no está reflejado con lo que sientes. No encontrarte a ti misma", explican.

Sonia Bustillo, de 44 años, gerente de un taller mecánico en Deusto, recuerda con orgullo un día en la Asociación Errespetuz de Bilbao: "Vinieron los padres de un hijo transexual de 24 años y se alegraron de ver que éramos gente normal. ¿Qué se pensaban?". Bañeza, responsable de una empresa de pinturas añade: "Es más fácil meterse con un grupo por morbo que explicar la realidad. Existe la prostitución, pero no es la única salida".

Las dos se han sometido a un tratamiento hormonal y en cuanto cumplan los dos años que obliga la ley desde el inicio del proceso cambiarán el nombre y el sexo en el Registro Civil. Quieren someterse a una reasignación de sexo pero cada una lleva diferentes ritmos. El de Sonia Bañeza está marcado por el reto de ser la primera transexual en subir un ochomil. Desde que se inició en el montañismo ha subido 162 cimas en Pirineos.

En octubre quiere viajar a Nepal y subir un 6.500 para aclimatarse. Si todo va bien ascenderá en la primavera de 2012 el Cho Oyu (8.201), la sexta montaña más alta del mundo y uno de los ochomiles más fáciles. La figura de Jan Morris sale en la conversación. La escritora transexual inglesa que cubrió para The Times en 1953 la gesta de Hillary y el sherpa Tenzing cuando escalaron por primera vez el Everest.

"De alguna manera ya he subido mi propio ocho mil para lograr ser mujer, pero es un reto personal y un sueño para cualquier alpinista con el que quiero mostrar el espíritu de lucha de los transexuales", concluye.

"Lo primero siempre es mi hijo"

Sonia Bustillo ha tenido que romper muchos moldes sociales para poder mirarse en los espejos del portal de su casa y reconocerse tal y como se siente: una mujer que intenta ser "moderadamente feliz". Pertenece a una familia de mecánicos de coches de tres generaciones que es dueña de un taller en Deusto desde 1920. No esconde que su familia lo lleva mal. "Yo aplico la siguiente fórmula; antes tenía un problema. El problema lo he solucionado, ellos tienen un problema si quieren solucionarlo que lo solucionen. No van a vivir mi vida, la única persona que va a pasar toda la vida conmigo soy yo. Ahora que por fin me siento a gusto conmigo misma por primera vez en mi vida no voy a renunciar a nada". Y añade tajante: "Mi hijo es feliz y me acepta, el resto del mundo, sinceramente, me da igual".

Para esta mujer reacia a las operaciones si no son necesarias y pragmática, no da un paso si el anterior no está bien asentado, su hijo de 21 años ha estado siempre por delante de cualquier decisión: "Esperé a que fuera mayor para dar el paso. Desde los diez años ha estado conmigo. Después de separarme luché para que así fuera. A los 17 años le dije lo que me pasaba. Me lo tomé con mucha paciencia porque lo primero era mi hijo, por encima de mí. Ahora ya está empezando su camino y por eso haré el mío", explica contundente Bustillo, responsable de Sanidad en la Asociación Errespetuz.

La dualidad que vive esta mujer entre Sonia y José María, su nombre real, le ha originado situaciones curiosas en el trabajo. "Los clientes me dicen: ¿Me vas a reparar igual el coche que antes?". Bustillo se ríe al recordarlo: "Claro que sí, no hay que dudar de la profesionalidad porque seas mujer". Tiene las uñas pintadas de oscuro pero las manos siguen siendo fuertes: "Soy la jefa pero cuando hay que mancharse de grasa soy la primera".

Cronología del cambio

- Sonia Bañeza inicia en agosto de 2010 el tramiento hormonal.

- En enero de 2011 se somete a una cirugía facial.

- En octubre de ese año quiere viajar a Nepal para entrenarse y escalar el Cho Oyu, en primavera de 2012.

- En diciembre de 2011 se cambiará el nombre y el sexo en el Registro Civil tras cumplirse dos años desde el inicio de la hormonación.

- En otoño de 2012 quiere someterse a una reasignación de sexo en Tailandia.

El paso definitivo de Sonia

Sonia Bañeza pide tiempo para retocarse el maquillaje antes de posar para el fotógrafo. No solo es coquetería. Mientras se coloca el pelo, el gesto encierra toda una reivindicación femenina tras decidir después de 25 años dar el paso definitivo y salir a la luz con nombre y apellido. Para esta vecina de Irún de 42 años han sido dos décadas de silencio, de lucha contra su naturaleza biológica, intentando encajar en los patrones que dicta la sociedad para un hombre. Sonia, quien nació como Carlos, vivió ocho años con su ex esposa y tiene dos hijas menores de cinco años. "Esta parte es la más difícil. Mi mujer no se lo esperaba y cómo explicas a un niño que su papá va a ser mamá. Hay que ir muy despacio", reconoce.

Lleva dos años separado y ha decidido encarar su futuro como mujer. "Hay transexuales que con 16 años lo tienen claro. Yo pensaba que estaba enferma. Pasé muchas etapas de mi vida negando lo que realmente eres, pero me dí cuenta de que era ir contranatura. Me siento mujer y quiero serlo. Por eso doy la cara como mujer", confiesa.

Desde hace cinco meses, Sonia se viene sometiendo a un tratamiento con hormonas femeninas (estrógenos y progesterona, entre otras).

En su DNI todavía figura como Carlos Bañeda. La Ley de Identidad de Género de 2007, una de las más progresistas del mundo, establece que tienen que pasar dos años desde el comienzo de la hormonación para comenzar la tramitación del cambio legal de nombre y sexo. Sin embargo, en su tarjeta de visita se presenta como Sonia Bañeza, empresaria autónoma de pinturas y decoración.

"Una salida siempre es irte de tu ciudad y hacerte el tratamiento fuera, pero, aunque huyera, tarde o temprano la gente va a saber lo que soy", explica esta empresaria, quien confía en que hacer público su sexo "sentido", como suelen decir los transexuales, no le haga perder clientes.

De momento, Sonia responde de igual forma cuando le llaman Carlos. Es consciente de que, igual que ella ha necesitado una adaptación muy larga y se encuentra en pleno proceso de transformación, las personas de su entorno, principalmente su familia, también lo precisan. "Según vaya transformándome en lo que quiero ser, me verán como Sonia. Pero es verdad que en mi trabajo las clientas lo han entendido mejor, porque te has pasado a su bando. En cambio, para los hombres es una traición a su masculinidad. Lo único que les digo es que soy igual de profesional", insiste.

El informe que el Ararteko realizó el año pasado sobre la situación de los transexuales en Euskadi fija su número en 108, con tres casos nuevos cada año. La discriminación social y laboral, junto con el escaso conocimiento por la sociedad de lo que supone realmente ser transexual, se alzan como los principales obstáculos a los que se enfrentan quienes se identifican con un sexo distinto al de su nacimiento.

En el caso de Sonia, ha querido esperar a tener una estabilidad económica y laboral para poder afrontar los dos años de transformación que tiene por delante hasta la modificación legal del nombre y el sexo.

"Desde que he empezado a decirlo, el descanso ha sido tremendo", cuenta. "Llevaba veintipico años guardándolo. Lo llevaba dentro y ha reventado este año. Ahora lo estoy normalizando, pero nunca he tenido vidas paralelas. Cuando tenía un tiempo para mí lo dedicaba a sacar mi lado femenino", abunda.

Desde 2008, funciona en el Hospital de Cruces una Unidad de Diagnóstico y Tratamiento de los Trastornos de Identidad de Género. Osakidetza cubre el diagnóstico diferencial, el tratamiento hormonal y la cirugía mamaria y de gónadas internas. Desde el año pasado, la sanidad pública vasca también se hace cargo de la cirugía de genitales externos -ya se han intervenido ocho personas-, pero hasta hasta hace dos años los transexuales debían realizarla en alguna otra comunidad autónoma o en el extranjero.

Sonia lleva tiempo ahorrando 50.000 euros con los que cubrir los gastos de su cambio. No tiene claro todavía si se va a operar en Cruces o acudirá a alguna clínica privada, "con equipos médicos que llevan años de experiencia con este tipo de cirugías". Calcula que la cirugía genital le puede costar unos 25.000 euros; la depilación láser cerca de 8.000 y 10.000 más la cirugía del rostro para suavizar las facciones masculinas. Ha conseguido que Osakidetza le cubra un tratamiento con una logopeda con la que está trabajando el cambio del timbre de voz.

¿Compensa pasar por tanto quirófano y poner del revés una vida familiar para conseguir ser mujer? Ella responde: "Es un sentimiento contra el que no puedo luchar. Quiero pasar por una chica normal, integrarme en la sociedad, estar junto a mi familia y seguir con mi trabajo, que para eso lo he peleado durante muchos años".

La mayoría de los transexuales lamentan el desconocimiento generalizado que existe en torno a ellos. Los estereotipos más generalizados son que solo existen mujeres transexuales, que se dedican al mundo del espectáculo o a actividades como la prostitución y que ser transexual supone ser homosexual. "El mundo de las drag queen nos ha hecho mucho daño. La gente no sabe lo que es ser transexual. Por eso quiero contar mis historia", concluye Sonia.

El proceso

- La Ley de Identidad de Género de 2007, una de las más avanzadas, establece que para el tratamiento es necesario ser mayor de edad, a pesar de existir criterios para el diagnóstico de la disforia de género en la infancia y la adolescencia.

- Los cambios legales correspondientes a la modificación del nombre y el sexo en el Registro Civil se realizan tras dos años de tratamiento hormonal. No es imprescindible la cirugía genital para el cambio legal. Las asociaciones de transexuales ven muy amplio ese plazo, porque ya a partir de los seis meses se tiene una apariencia que no se corresponde con el sexo de nacimiento y ello genera conflictos.

- La ley navarra de 2009 es un referente de modelo integrador de no discriminación por motivos de identidad sexual y de reconocimiento de los derechos de los transexuales.

- Existe una polémica en torno a la evaluación de un psiquiatra que debe realizarse para iniciar los tratamientos. Los transexuales exigen que no se les vincule a una enfermedad mental como lo recoge la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que no tenga que haber un informe psiquiátrico.

- Osakidetza asume desde el año pasado la prestación de la cirugía de reasignación sexual, que se realiza en la Unidad de Género del Hospital de Cruces. Hasta ahora, la sanidad pública cubría el diagnóstico, el tratamiento con hormonas y la cirugía mamaria y de gónadas internas, pero remitía a otras comunidades autónomas la cirugía genital.


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