De la voz singular de Antony Hegarty, dijo Lou Reed, uno de sus primeros 'padrinos' en la escena alternativa de Nueva York: "Cuando lo escuché, supe que estaba en presencia de un ángel". No menos elogiosos han sido Elton John y Leonard Cohen, quienes han visto en él a uno de los artistas más alucinantes que ha dado hasta ahora el siglo XXI.
En una entrevista con el diario The Guardian, contó con humildad que su voz misteriosa surgió de la 'imitación' de otras tres, las de Boy George, Alison Moyet y Nina Simone. Una combinación mágica, apenas posible desde el registro tonal que le permite su androginia. Ello se suma a las suaves pulsaciones del piano en el que compone, con posibles herencias de Erik Satie, y de su inigualable imaginería visual.
Hay en las canciones y en los álbumes de este músico transgénero, oriundo de Sussex (Reino Unido) ¿pero concebido realmente en las entrañas de Nueva York¿, una apuesta poética por capturar la vida en instantáneas.
Sus videos son imágenes suspendidas en el tiempo, que exhortan a construir el resto de cada historia: una mujer que intenta conciliar el sueño sobre una cama de plumas ('Hope There's Someone'); una niña que rompe en llanto mientras corre por el bosque ('Swanlight'); primeros planos de los rostros de un grupo de transgéneros ('You Are My Sister', a dúo con George), o un ataque de epilepsia en mitad de la calle ('Epilepsy is Dancing').
Uno de esos videos fue el autorretrato más honesto y directo que artista alguno podría revelar: 'Thank You For Your Love', compuesto por tomas que él había grabado con una cámara de formato Super 8 a comienzos de los años 90, época en la que llegó a la Gran Manzana, al intentar darle una nueva dirección a su vida, tras huir de Londres, donde se sentía constreñido. El material, en blanco y negro, muestra a un adolescente con aspecto de 'skinhead' que, frente al espejo y en la intimidad de un pequeño cuarto, se libera y explota de emoción al descubrir la dicha de ser mujer.
Antony surgió en aquel entonces en medio de los clubes transgéneros que estallaban durante las noches en el sector de las carnicerías de la calle 14 de Manhattan, en un círculo de "adictos desdentados y mutantes sexuales, toda esa gente sorprendentemente creativa", recuerda el músico en entrevistas. Allí se cocinaba una argamasa de teatro-cabaret, rock gótico e industrial, drag queens, arte pop y una visión de 'Sex and the City' más descarnada, menos 'trendy' ¿de marcas¿ pero intensamente glamorosa.
El resultado es una música que encierra en un mismo concepto la oscuridad y la dulzura; celebra el amor creador, pero es un relator visceral y en extremo sensible del dolor que se ha forjado en el fuego y de los pedazos que quedan de una ruptura: "Encontré a Hitler en mi corazón, y entre los cadáveres, crecieron las flores", reza una de sus primeras canciones.
Musicalmente, toda la base está en Antony y su piano. Tan sólo eso. Una suerte de músico de salón desatado y emocional. A partir de ese punto, se desprenden los arreglos orquestales y los experimentos sonoros de su grupo Antony and the Johnsons.
Desde entonces, el artista ha cultivado su propio espíritu y el resultado es algo único. Cuatro álbumes componen su discografía básica: 'Antony and the Johnsons' (2000), 'I'm a Bird Now' (2005), 'The Crying Light' (2009) y 'Swanlights' (2010). Además, sus colaboraciones resultan ser las más brillantes en trabajos fundamentales de la década como el álbum 'Volta', de Björk, o el concierto 'I'm Your Man', de Leonard Cohen. Subió las revoluciones de su canto al sumarse a la banda electro rock Hercules & Love Affair, y con ella también sorprendió.
Su iconografía podría ser más escandalosa y sorprendente que la de Lady Gaga: antes del 2005 ¿mucho antes que la cantante¿, posaba ante las cámaras como un extraterrestre de una órbita cercana a la de Ziggy Stardust (David Bowie), entre transparencias satinadas que revelaban su androginia.
Quizás Antony no ha puesto al mundo de cabeza, como una diva prefabricada que mueve a la industria hoy, porque sus canciones no son pop ni se mastican fácilmente, como un chicle. Tampoco tiene detrás el aparataje comercial de una discográfica grande, sino del sello independiente Secretly Canadian, que lo distribuye de manera casi anónima.
Actualmente, Antony, un consumidor visual que ha sido influenciado hasta por la danza butoh de Kazuo Ohno, trabaja en la adaptación teatral 'La vida y la muerte de Marina Abramovic', en la que actuarán la propia artista (Abramovic) y Willem Dafoe, para el Teatro Real de Madrid, que se estrenará en el 2012.
CARLOS SOLANO
COMENTARIO: Siempre tengo dudas de postear artículos que podrían dar lugar a confusiones. En éste espeficio caso, entre una persona transgénero en "general" (que se reconoce como "andrógninio" o viceversa, "sin género") y como en nuestro caso (al mjenos el mio) de una MUJER transgénero (con un género y una identidad de género definida: el género femenino). Sin embargo, no solamente "arte es arte" y no debemos privarnos de él, sino que también tenemos que tener una actitud ade apertura hacia otras identidas, aún las identidades como las de este caso, donde se niega el género.
En una entrevista con el diario The Guardian, contó con humildad que su voz misteriosa surgió de la 'imitación' de otras tres, las de Boy George, Alison Moyet y Nina Simone. Una combinación mágica, apenas posible desde el registro tonal que le permite su androginia. Ello se suma a las suaves pulsaciones del piano en el que compone, con posibles herencias de Erik Satie, y de su inigualable imaginería visual.
Hay en las canciones y en los álbumes de este músico transgénero, oriundo de Sussex (Reino Unido) ¿pero concebido realmente en las entrañas de Nueva York¿, una apuesta poética por capturar la vida en instantáneas.
Sus videos son imágenes suspendidas en el tiempo, que exhortan a construir el resto de cada historia: una mujer que intenta conciliar el sueño sobre una cama de plumas ('Hope There's Someone'); una niña que rompe en llanto mientras corre por el bosque ('Swanlight'); primeros planos de los rostros de un grupo de transgéneros ('You Are My Sister', a dúo con George), o un ataque de epilepsia en mitad de la calle ('Epilepsy is Dancing').
Uno de esos videos fue el autorretrato más honesto y directo que artista alguno podría revelar: 'Thank You For Your Love', compuesto por tomas que él había grabado con una cámara de formato Super 8 a comienzos de los años 90, época en la que llegó a la Gran Manzana, al intentar darle una nueva dirección a su vida, tras huir de Londres, donde se sentía constreñido. El material, en blanco y negro, muestra a un adolescente con aspecto de 'skinhead' que, frente al espejo y en la intimidad de un pequeño cuarto, se libera y explota de emoción al descubrir la dicha de ser mujer.
Antony surgió en aquel entonces en medio de los clubes transgéneros que estallaban durante las noches en el sector de las carnicerías de la calle 14 de Manhattan, en un círculo de "adictos desdentados y mutantes sexuales, toda esa gente sorprendentemente creativa", recuerda el músico en entrevistas. Allí se cocinaba una argamasa de teatro-cabaret, rock gótico e industrial, drag queens, arte pop y una visión de 'Sex and the City' más descarnada, menos 'trendy' ¿de marcas¿ pero intensamente glamorosa.
El resultado es una música que encierra en un mismo concepto la oscuridad y la dulzura; celebra el amor creador, pero es un relator visceral y en extremo sensible del dolor que se ha forjado en el fuego y de los pedazos que quedan de una ruptura: "Encontré a Hitler en mi corazón, y entre los cadáveres, crecieron las flores", reza una de sus primeras canciones.
Musicalmente, toda la base está en Antony y su piano. Tan sólo eso. Una suerte de músico de salón desatado y emocional. A partir de ese punto, se desprenden los arreglos orquestales y los experimentos sonoros de su grupo Antony and the Johnsons.
Desde entonces, el artista ha cultivado su propio espíritu y el resultado es algo único. Cuatro álbumes componen su discografía básica: 'Antony and the Johnsons' (2000), 'I'm a Bird Now' (2005), 'The Crying Light' (2009) y 'Swanlights' (2010). Además, sus colaboraciones resultan ser las más brillantes en trabajos fundamentales de la década como el álbum 'Volta', de Björk, o el concierto 'I'm Your Man', de Leonard Cohen. Subió las revoluciones de su canto al sumarse a la banda electro rock Hercules & Love Affair, y con ella también sorprendió.
Su iconografía podría ser más escandalosa y sorprendente que la de Lady Gaga: antes del 2005 ¿mucho antes que la cantante¿, posaba ante las cámaras como un extraterrestre de una órbita cercana a la de Ziggy Stardust (David Bowie), entre transparencias satinadas que revelaban su androginia.
Quizás Antony no ha puesto al mundo de cabeza, como una diva prefabricada que mueve a la industria hoy, porque sus canciones no son pop ni se mastican fácilmente, como un chicle. Tampoco tiene detrás el aparataje comercial de una discográfica grande, sino del sello independiente Secretly Canadian, que lo distribuye de manera casi anónima.
Actualmente, Antony, un consumidor visual que ha sido influenciado hasta por la danza butoh de Kazuo Ohno, trabaja en la adaptación teatral 'La vida y la muerte de Marina Abramovic', en la que actuarán la propia artista (Abramovic) y Willem Dafoe, para el Teatro Real de Madrid, que se estrenará en el 2012.
CARLOS SOLANO
COMENTARIO: Siempre tengo dudas de postear artículos que podrían dar lugar a confusiones. En éste espeficio caso, entre una persona transgénero en "general" (que se reconoce como "andrógninio" o viceversa, "sin género") y como en nuestro caso (al mjenos el mio) de una MUJER transgénero (con un género y una identidad de género definida: el género femenino). Sin embargo, no solamente "arte es arte" y no debemos privarnos de él, sino que también tenemos que tener una actitud ade apertura hacia otras identidas, aún las identidades como las de este caso, donde se niega el género.
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